
El Costo de la Prioridad
El 20 de mayo pasado, cuando el presente número de Ornitología Colombiana estaba prácticamente completo y nos disponíamos a publicar varios artículos, entre ellos una rigurosa descripción de una nueva especie del género Grallaria, recibimos una noticia que nos dejó perplejos: la revista Conservación Colombiana, órgano divulgativo de la Fundación ProAves de Colombia, había publicado una descripción de la misma especie. A veces sucede que grupos de investigadores convergen en un mismo hallazgo y en la carrera por publicarlo alguno sale adelante, llevándose el crédito de ser el primero en documentarlo. A veces, también, grupos de investigadores trabajan en proyectos paralelos que tienen alcances similares y esto puede ser legítimo. Sin embargo, la naturaleza de estas situaciones es muy diferente a la del caso de la nueva Grallaria .
Quienes reciben la propaganda de ProAves se habrán dado cuenta de que lo más llamativo del nuevo número de su revista no es en sí misma la descripción de la nueva Grallaria, sino el editorial que la acompaña. El Comité Editorial de ProAves desplegó allí una serie de argumentos justificando esa publicación con base en supuestas faltas de ética, ausencia de voluntad de colaboración e incumplimiento de deberes laborales y legales por parte del responsable del hallazgo de la nueva especie, el joven biólogo Diego Andrés Carantón. Tanto en el editorial como en el artículo, ProAves omitió por completo cualquier mención de la bióloga Katherine Certuche, quien ha estado vinculada al descubrimiento de esta nueva especie desde marzo de 2008.
Conociendo de cerca el desarrollo del proceso de descubrimiento y de la descripción de esta especie, habiendo participado de discusiones sobre el tema con personal de ProAves desde hace más de un año y conscientes de que todos los conflictos tienen dos caras, en este editorial nos permitimos presentar nuestra perspectiva del asunto. Además de reclamar honestidad y profesionalidad y pretender claridad en una situación supremamente desafortunada, esperamos llamar la atención del gremio de ornitólogos y conservacionistas sobre aspectos fundamentales relacionados con la ética de la investigación y la publicación científica.
El editorial de Conservación Colombiana incluye apartes del contrato laboral que Carantón suscribió con ProAves, copia del cual hemos tenido oportunidad de conocer, y manifiesta que éste fue violado ya que él no informó sobre el hallazgo de la nueva Grallaria ni sobre la colección de especímenes a sus superiores. Nosotros no fuimos testigos del proceder de Carantón mientras era empleado de ProAves, ni conocemos el contenido de los informes que presentó, por lo cual no estamos en capacidad de opinar sobre si él violó o no su contrato. De hecho, quien debe determinar si un empleado incumplió o no un contrato laboral es la autoridad competente (i.e., un juez), no una de las partes ni tampoco un tercero. Sin embargo, es importante enfatizar que si bien Carantón pudo ceder los derechos patrimoniales de su descubrimiento a ProAves mediante una cláusula de su contrato de trabajo, de acuerdo con la legislación colombiana vigente, él aún conserva los derechos morales sobre éste, pues dichos derechos, consagrados en la Ley 23 de 1982, son inalienables, irrenunciables, imprescriptibles e inembargables.
Los editorialistas de ProAves también señalaron que la colección de ejemplares que realizó Carantón no contaba con los permisos necesarios de las autoridades ambientales, por lo cual podría considerarse ilegal. No obstante, mediante la resolución 03-02-02-001043 del 15 de julio de 2006, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Urabá (CORPOURABÁ) otorgó un permiso de estudio con fines de investigación científica a ProAves para su Programa Nacional de Monitoreo y Conservación de Aves Migratorias. Dicha resolución señala que una de las responsabilidades de ProAves sería " indicar si colectan aves ", de manera que la posibilidad de obtener ejemplares parecería haber estado contemplada en el permiso que cobijaba a Carantón por ser empleado de la Fundación mientras desempeñaba su trabajo en el área de jurisdicción de CORPOURABÁ. Sin embargo, por no conocer los alcances del permiso que otorgó la Corporación y por no ser expertos en el tema, no podemos emitir un concepto definitivo en cuanto a la legitimidad de la actuación de Carantón.
Aún si Carantón efectivamente hubiera violado su contrato y hubiera coleccionado especímenes sin la debida autorización, uno puede preguntar si es justificable desde un punto de vista ético haber publicado una descripción de la nueva Grallaria atropellando los derechos morales que le asisten a Carantón como la persona que descubrió la nueva especie al negarle la posibilidad de ser autor de la misma. Nosotros consideramos que la respuesta es no. Por lo tanto, la actuación de Luis Felipe Barrera, Avery Bartels y la Fundación ProAves de Colombia, los autores del artículo de Conservación Colombiana, resulta bastante cuestionable. Cabe añadir que a Carantón no se le brindó la oportunidad de contestar a las acusaciones de incumplimiento antes de que se hicieran públicas, en ostensible menoscabo de su buen nombre.
En este punto, los editores de Ornitología Colombiana consideramos que debemos exponer cómo se originó nuestra intervención y cuál ha sido nuestro papel en el proceso de referencia. En octubre de 2008, Carantón comunicó a uno de nosotros (CDC) el hallazgo de la nueva especie hecho por él el 28 de septiembre de 2007 (confirmado con certeza mediante capturas realizadas a principios de 2008) y mencionó que en éste había estado involucrada Certuche. Indicó además que ya se había comunicado con personal de ProAves sobre una eventual publicación y que dicha fundación había accedido a que él liderara el proceso de descripción, con la única condición de que ellos decidirían el nombre que se le asignaría a la especie con el propósito de honrar a uno de sus donantes. Tras esa conversación, Carantón y Certuche plantearon la posibilidad de que CDC analizara secuencias de ADN para establecer la posición filogenética de la nueva especie y determinar su grado de diferenciación genética con respecto a sus parientes cercanos. Estos análisis se hicieron en los meses siguientes, lapso durante el cual se comenzaron los trámites necesarios para obtener permiso de investigación y contrato de acceso a recursos genéticos ante el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Con base en esa información y en un trabajo juicioso de descripción de la nueva especie que hicieron Carantón y Certuche, ya sin vinculación laboral alguna con ProAves, se empezó a trabajar conjuntamente en un manuscrito para publicación. En ese proceso, FGS colaboró activamente con la descripción y curaduría de los ejemplares en el museo, y confirmando la sospecha de Carantón y Certuche de que representaban una nueva especie. Con el único deseo de ayudar a estos dos jóvenes y promisorios investigadores, FGS rehusó su ofrecimiento de ser coautor del artículo porque no había participado en el descubrimiento mismo y consideraba que su apoyo no merecía más que un agradecimiento (en ese momento no conocía la situación que involucraba a ProAves).
En los primeros meses de 2009 Carantón informó que ProAves había manifestado su inconformidad con el supuesto incumplimiento del contrato y con la inclusión de personal ajeno a la Fundación (i.e., Certuche y CDC) en la descripción de la especie. En varias comunicaciones durante marzo y abril de ese año, CDC manifestó al Director General de ProAves Alonso Quevedo y a la Directora Ejecutiva Sara Inés Lara su mejor disposición a mediar para llegar a un acuerdo en el cual participaran todos los involucrados con el objetivo de hacer una publicación conjunta que reconociera debidamente la contribución de todos los investigadores y de la Fundación. En esas comunicaciones se discutieron aspectos que podrían haberse solucionado, como la revista en la que se haría la publicación. Sin embargo, hubo varios asuntos que condujeron a una ruptura. Primero, CDC conoció una carta enviada el 13 de abril de 2009 por Quevedo al Dr. Niels Krabbe (miembro del consejo de ProAves) en la que usaba adjetivos desobligantes sobre CDC y lo acusaba de querer apropiarse del descubrimiento para beneficio personal, desconociendo a la Fundación. En vista de que no había una comunicación sincera, CDC decidió cortar su relación profesional con ProAves y desistió de la idea de lograr una conciliación. Segundo, considerando que el nombre que se le daría a la especie no era un asunto en discusión, CDC decidió dar un paso al costado y renunciar a su participación en la descripción al enterarse que la persona a quien iba a honrarse con el epíteto de la nueva especie era el presidente de American Bird Conservancy (ABC). Esto se debió a que en junio de 2007, ABC publicó un artículo en su boletín Bird Calls titulado "Should the last Ivory-bills be collected?" en el que representaba de forma tendenciosa el trabajo de los curadores de las colecciones científicas de aves y describía a los biólogos que coleccionaban aves como parte de su trabajo como enemigos de la conservación (http://tinyurl.com/23hwdej). Aunque ese documento produjo un amplio rechazo entre el personal asociado con museos de historia natural y otros centros académicos (véase, por ejemplo ABC.pdf), incluyendo a CDC, éste nunca fue rectificado por ABC. Por tanto, CDC consideró que honrar a su presidente bautizando a la nueva Grallaria con su nombre no sería consecuente con sus convicciones. CDC supuso que renunciar a la coautoría solucionaría parte del problema y el 14 de mayo de 2009 le propuso a Carantón y a Certuche que adelantaran la publicación de la descripción de la nueva especie junto con el personal de ProAves, y que se dejaran los análisis filogenéticos para una investigación futura después de tramitar los permisos necesarios ante las autoridades y obtener más material de especies relacionadas.
Un asunto sobre el que fue imposible conciliar en las discusiones con ProAves fue el de quién sería el autor que manejaría la correspondencia con la revista a la cual eventualmente se enviaría la descripción de la nueva especie. Al respecto, CDC escribió el 25 de marzo de 2009 dirigiéndose a Quevedo y Lara: " Es aceptado (es el supuesto bajo el cual trabajamos en las revistas para las que hago labores editoriales, co-editor de Ornitología Colombiana y Reviewing Editor de The Condor) que el autor para correspondencia de un manuscrito es la persona que dirigió el trabajo, es responsable por la mayor parte de su contenido y quien está en mejor capacidad de responder por los datos, análisis, etc.. Por esta razón, yo pienso que evidentemente lo adecuado y justo sería que Diego sea esa persona. Dada la situación en que esto está, yo entiendo que ustedes puedan estar reacios a permitir esto suponiendo que Diego podría llevar adelante el proceso sin que ProAves esté al tanto de todos los detalles. Sin embargo, podríamos llegar a un acuerdo en que Diego se compromete a servir como autor para correspondencia con la condición de que todas las comunicaciones serán concertadas entre el equipo de autores. Yo puedo comprometerme a servir como "garante" de que eso suceda si así lo acordamos. " Esta propuesta no fue aceptada por ProAves y aún después de que CDC se marginara del proceso, la Fundación insistió en que ellos deberían ser quienes manejaran la correspondencia relacionada con el artículo. Así, Carantón decidió continuar al margen de la Fundación su trabajo de descripción de la nueva especie después de recibir como respuesta a su última propuesta de solución una carta (no firmada y no fechada) en junio de 2009 en la que la Junta Directiva de ProAves establecía la siguiente condición: " LA FUNDACION, podrá en cualquier tiempo, aclarar, modificar, ampliar, complementar el artículo y publicarlo bajo sus propios lineamiento, sin que para ello, requiera de permiso, consulta, o consentimiento de CARANTON, y CERTHUCHE " (sic). Para nosotros es obvio que esa condición era inaceptable para Carantón como autor de un artículo científico basado en un descubrimiento suyo.
El 5 de diciembre de 2009 el Dr. Michael Patten, editor en jefe de la revista The Condor, comunicó a CDC que había recibido un manuscrito de autoría de Carantón y Certuche que describía a la nueva especie, y que uno de los evaluadores había mencionado que era posible que los autores no contaran con los debidos permisos por tratarse de un hallazgo hecho en una reserva natural. CDC sugirió a Patten que preguntara directamente a los autores por los permisos. El 14 de enero de 2010, Carantón informó que Patten había decidido no considerar el artículo en The Condor hasta tanto no se aclarara la situación con ProAves, por lo cual decidió presentarlo para consideración en Ornitología Colombiana . En efecto, el manuscrito fue recibido en nuestra oficina el 19 de enero de 2010 y enviado poco después a dos reconocidos evaluadores externos, los ornitólogos J. Van Remsen (Louisiana State University) y Mark B. Robbins (University of Kansas). Una vez recibido el concepto de los evaluadores y efectuadas las correcciones recomendadas, el artículo fue aceptado para publicación en Ornitología Colombiana el 6 de mayo de 2010.
Luego de obtener la aprobación unánime de la Junta Directiva de la ACO, y no obstante la existencia de una descripción ya publicada en la revista de ProAves, hemos decidido publicar el artículo de Carantón y Certuche en este número de Ornitología Colombiana después del proceso de rigor de cualquier revista científica y sin modificar de modo alguno el contenido que aprobamos hace más de un mes. Lo publicamos por su valor académico y científico y porque creemos que es importante aclarar las dudas que dejan el artículo y el editorial publicados por ProAves sobre el descubrimiento de la nueva especie de Grallaria . El recuento del hallazgo en dicho artículo es extremadamente vago, entendible sólo si su objetivo era el de minimizar el papel de Carantón y eliminar el de Certuche. Es evidente que, teniendo conocimiento de la existencia del manuscrito de estos últimos, ProAves montó apresuradamente una expedición para "descubrir" la especie y publicó su descripción en su propio órgano de difusión en un período de tiempo muy breve (el individuo al que le arrancaron plumas para servir como "espécimen tipo" fue capturado el 11 de enero y la publicación fue anunciada el 20 de mayo de 2010). Tanta prisa sólo puede ser interpretada como un intento de evitar que Carantón y Certuche recibieran el debido crédito por su descubrimiento y el trabajo cuidadoso que hicieron para documentarlo, incluyendo la preparación y designación de un holotipo apropiado de acuerdo con la recomendación de la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN, por sus siglas en inglés). Parte de la justificación de ProAves para tanta prisa fue que " Carantón había fallado en publicar un nombre para la nueva especie en los 19 meses desde su descubrimiento ". La construcción de esta frase evidencia que los autores del artículo de ProAves habían consultado el Código de Ética del ICZN. Sin embargo, por razones obvias omitieron citar la primera frase de la primera propuesta de este Código, que reza: " Un zoólogo no debe publicar un nombre nuevo si él o ella tiene razones para creer que otra persona ya había reconocido el mismo taxón y tiene la intención de establecer un nombre para éste...un zoólogo en esta posición debe comunicarse con la otra persona (o sus representantes) y sólo sentirse libre para establecer un nuevo nombre si esa persona había fallado en hacerlo en un período razonable (no menos de un año) ". La demora de Carantón en publicar evidentemente obedeció a que en ese intervalo ProAves hizo todo lo que estaba a su alcance para evitar la publicación.
Los lectores interesados en el rigor científico del trabajo más que en los demás asuntos relacionados con esta situación podrán sacar sus propias conclusiones comparando el artículo de Carantón y Certuche con el de ProAves. Además, los lectores podrán juzgar si es cierto que Carantón omitió mencionar a ProAves y sus contribuciones, como lo afirma el editorial de Conservación Colombiana, simplemente remitiéndose a su dirección institucional, a la descripción de los antecedentes en la introducción, a la información sobre actividades de conservación de la parte final del texto y, especialmente, a los agradecimientos del artículo publicado en Ornitología Colombiana. Todo esto se encontraba en todas las versiones del manuscrito que nosotros hemos conocido, incluyendo las que recibieron nuestros evaluadores. Por supuesto, no podemos afirmar lo mismo sobre el manuscrito que fue presentado a The Condor ya que por reglas elementales de confidencialidad relacionadas con la ética del sistema de evaluación por pares, nosotros no hemos conocido ese documento. Sin embargo, el editor en jefe de The Condor Michael Patten nos informó que el manuscrito que esa revista recibió sí daba crédito a ProAves en los agradecimientos y en otros apartes del texto, y que la afiliación institucional de Carantón en ese manuscrito era la de ProAves. Esto implica que ProAves hizo comentarios errados sobre el documento de Carantón y Certuche sin conocerlo; de lo contrario, si es que lo conoció, habría publicado información falsa en el editorial a sabiendas de su contenido. Además, Patten nos informó que, contrario a lo que afirma dicho editorial, The Condor nunca contactó a ProAves; en cambio, un evaluador invitado por The Condor fue quien se comunicó con ProAves y mencionó, al menos, la existencia del manuscrito en proceso de evaluación. De cualquier manera, es evidente que el trato dado a Carantón y Certuche por parte de ProAves contrasta con el generoso otorgamiento de crédito a las actividades conservacionistas de ProAves que ellos presentaron en su artículo.
Si bien la publicación de ProAves probablemente tendrá prioridad nomenclatural, consideramos que ésta ha sido sacada adelante incurriendo en graves faltas de ética científica (amén de elemental decencia) al no reconocer con la autoría el papel determinante que jugaron Carantón y Certuche en el descubrimiento y descripción de la nueva especie. Es reconocido que la "autoría forzada" (por parte de un jefe u organismo patrocinador, que obliga al responsable de un descubrimiento a incluir a personas ajenas a éste en el reporte del mismo) es uno de los abusos más frecuentes en la literatura científica, pero este caso representa un paso más allá, pues se excluyó totalmente a quienes hicieron el descubrimiento que da el sustento a la publicación.
Como ornitólogos, sabemos que el descubrimiento que hizo Carantón y que complementó trabajando cercanamente con Certuche tanto en el campo como preparando los ejemplares, analizando grabaciones de vocalizaciones, visitando varias colecciones ornitológicas en el país para examinar especímenes, revisando la literatura pertinente y escribiendo un manuscrito, no es algo de todos los días; hallazgos similares han representado puntos muy altos en la carrera profesional de muchos investigadores. Es por tanto verdaderamente triste que ProAves, una entidad que ya se encuentra posicionada en varios ámbitos, haya tomado el camino que tomó. El daño causado a Carantón y Certuche no se solucionará publicando una simple corrigenda del artículo de Conservación Colombiana en la que ellos sean incluidos como autores de la descripción, propuesta temeraria hecha de forma inexplicable por miembros de ProAves desde el 26 de mayo pasado; las correcciones de este tipo se hacen sobre errores involuntarios, no sobre acciones arbitrarias premeditadas.
Lamentablemente, tememos que este desafortunado episodio no puede sino ahondar la brecha ya existente entre ProAves y el resto de la comunidad ornitológica y conservacionista de Colombia. La investigación y conservación de la rica avifauna colombiana ameritan el empeño y la cooperación de todos. Lo que menos necesitamos son rivalidades y acciones que pretendan realzar el protagonismo de algunos (presumiblemente para impresionar a sus patrocinadores) a costo de apartarse de los mínimos éticos, dejando de reconocer el trabajo de otros. Al fin y al cabo, este es el costo que ProAves deberá asumir por apropiarse del crédito de la prioridad de describir a " Grallaria fenwickorum " y el que la familia Fenwick deberá recordar por siempre al ponderar las circunstancias que rodearon al homenaje que recibió.
Finalmente, al margen del malestar que la situación que hemos descrito ha causado entre las personas involucradas y en varios observadores, esperamos que ésta deje algunas lecciones para el futuro. Para continuar el proceso de consolidación del gremio ornitológico colombiano del que se ha hablado en varias ocasiones en esta revista, es fundamental que todos velemos por vigilar el proceder ético, profesional y legal de las instituciones y personas que trabajan con aves en el país. Esto no sólo incluye velar por el cumplimiento de normas fundamentales como aquellas que dictan las leyes, sino también porque los estudiantes y profesionales conozcan sus derechos y los hagan valer, así como porque todos los investigadores se ajusten a los procedimientos que rigen las publicaciones científicas en relación con la autoría, la confidencialidad y el proceso de evaluación por pares. La ornitología colombiana avanzará en la medida que nuestras investigaciones científicas se hagan mejores y que las publicaciones que las divulgan se hagan más sólidas, pero será imposible alcanzar la calidad y solidez que soñamos a no ser de que todos nos comprometamos a ajustarnos a unos preceptos éticos mínimos.
Carlos Daniel Cadena & F. Gary Stiles Editores, Ornitología Colombiana
El 20 de mayo pasado, cuando el presente número de Ornitología Colombiana estaba prácticamente completo y nos disponíamos a publicar varios artículos, entre ellos una rigurosa descripción de una nueva especie del género Grallaria, recibimos una noticia que nos dejó perplejos: la revista Conservación Colombiana, órgano divulgativo de la Fundación ProAves de Colombia, había publicado una descripción de la misma especie. A veces sucede que grupos de investigadores convergen en un mismo hallazgo y en la carrera por publicarlo alguno sale adelante, llevándose el crédito de ser el primero en documentarlo. A veces, también, grupos de investigadores trabajan en proyectos paralelos que tienen alcances similares y esto puede ser legítimo. Sin embargo, la naturaleza de estas situaciones es muy diferente a la del caso de la nueva Grallaria .
Quienes reciben la propaganda de ProAves se habrán dado cuenta de que lo más llamativo del nuevo número de su revista no es en sí misma la descripción de la nueva Grallaria, sino el editorial que la acompaña. El Comité Editorial de ProAves desplegó allí una serie de argumentos justificando esa publicación con base en supuestas faltas de ética, ausencia de voluntad de colaboración e incumplimiento de deberes laborales y legales por parte del responsable del hallazgo de la nueva especie, el joven biólogo Diego Andrés Carantón. Tanto en el editorial como en el artículo, ProAves omitió por completo cualquier mención de la bióloga Katherine Certuche, quien ha estado vinculada al descubrimiento de esta nueva especie desde marzo de 2008.
Conociendo de cerca el desarrollo del proceso de descubrimiento y de la descripción de esta especie, habiendo participado de discusiones sobre el tema con personal de ProAves desde hace más de un año y conscientes de que todos los conflictos tienen dos caras, en este editorial nos permitimos presentar nuestra perspectiva del asunto. Además de reclamar honestidad y profesionalidad y pretender claridad en una situación supremamente desafortunada, esperamos llamar la atención del gremio de ornitólogos y conservacionistas sobre aspectos fundamentales relacionados con la ética de la investigación y la publicación científica.
El editorial de Conservación Colombiana incluye apartes del contrato laboral que Carantón suscribió con ProAves, copia del cual hemos tenido oportunidad de conocer, y manifiesta que éste fue violado ya que él no informó sobre el hallazgo de la nueva Grallaria ni sobre la colección de especímenes a sus superiores. Nosotros no fuimos testigos del proceder de Carantón mientras era empleado de ProAves, ni conocemos el contenido de los informes que presentó, por lo cual no estamos en capacidad de opinar sobre si él violó o no su contrato. De hecho, quien debe determinar si un empleado incumplió o no un contrato laboral es la autoridad competente (i.e., un juez), no una de las partes ni tampoco un tercero. Sin embargo, es importante enfatizar que si bien Carantón pudo ceder los derechos patrimoniales de su descubrimiento a ProAves mediante una cláusula de su contrato de trabajo, de acuerdo con la legislación colombiana vigente, él aún conserva los derechos morales sobre éste, pues dichos derechos, consagrados en la Ley 23 de 1982, son inalienables, irrenunciables, imprescriptibles e inembargables.
Los editorialistas de ProAves también señalaron que la colección de ejemplares que realizó Carantón no contaba con los permisos necesarios de las autoridades ambientales, por lo cual podría considerarse ilegal. No obstante, mediante la resolución 03-02-02-001043 del 15 de julio de 2006, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Urabá (CORPOURABÁ) otorgó un permiso de estudio con fines de investigación científica a ProAves para su Programa Nacional de Monitoreo y Conservación de Aves Migratorias. Dicha resolución señala que una de las responsabilidades de ProAves sería " indicar si colectan aves ", de manera que la posibilidad de obtener ejemplares parecería haber estado contemplada en el permiso que cobijaba a Carantón por ser empleado de la Fundación mientras desempeñaba su trabajo en el área de jurisdicción de CORPOURABÁ. Sin embargo, por no conocer los alcances del permiso que otorgó la Corporación y por no ser expertos en el tema, no podemos emitir un concepto definitivo en cuanto a la legitimidad de la actuación de Carantón.
Aún si Carantón efectivamente hubiera violado su contrato y hubiera coleccionado especímenes sin la debida autorización, uno puede preguntar si es justificable desde un punto de vista ético haber publicado una descripción de la nueva Grallaria atropellando los derechos morales que le asisten a Carantón como la persona que descubrió la nueva especie al negarle la posibilidad de ser autor de la misma. Nosotros consideramos que la respuesta es no. Por lo tanto, la actuación de Luis Felipe Barrera, Avery Bartels y la Fundación ProAves de Colombia, los autores del artículo de Conservación Colombiana, resulta bastante cuestionable. Cabe añadir que a Carantón no se le brindó la oportunidad de contestar a las acusaciones de incumplimiento antes de que se hicieran públicas, en ostensible menoscabo de su buen nombre.
En este punto, los editores de Ornitología Colombiana consideramos que debemos exponer cómo se originó nuestra intervención y cuál ha sido nuestro papel en el proceso de referencia. En octubre de 2008, Carantón comunicó a uno de nosotros (CDC) el hallazgo de la nueva especie hecho por él el 28 de septiembre de 2007 (confirmado con certeza mediante capturas realizadas a principios de 2008) y mencionó que en éste había estado involucrada Certuche. Indicó además que ya se había comunicado con personal de ProAves sobre una eventual publicación y que dicha fundación había accedido a que él liderara el proceso de descripción, con la única condición de que ellos decidirían el nombre que se le asignaría a la especie con el propósito de honrar a uno de sus donantes. Tras esa conversación, Carantón y Certuche plantearon la posibilidad de que CDC analizara secuencias de ADN para establecer la posición filogenética de la nueva especie y determinar su grado de diferenciación genética con respecto a sus parientes cercanos. Estos análisis se hicieron en los meses siguientes, lapso durante el cual se comenzaron los trámites necesarios para obtener permiso de investigación y contrato de acceso a recursos genéticos ante el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Con base en esa información y en un trabajo juicioso de descripción de la nueva especie que hicieron Carantón y Certuche, ya sin vinculación laboral alguna con ProAves, se empezó a trabajar conjuntamente en un manuscrito para publicación. En ese proceso, FGS colaboró activamente con la descripción y curaduría de los ejemplares en el museo, y confirmando la sospecha de Carantón y Certuche de que representaban una nueva especie. Con el único deseo de ayudar a estos dos jóvenes y promisorios investigadores, FGS rehusó su ofrecimiento de ser coautor del artículo porque no había participado en el descubrimiento mismo y consideraba que su apoyo no merecía más que un agradecimiento (en ese momento no conocía la situación que involucraba a ProAves).
En los primeros meses de 2009 Carantón informó que ProAves había manifestado su inconformidad con el supuesto incumplimiento del contrato y con la inclusión de personal ajeno a la Fundación (i.e., Certuche y CDC) en la descripción de la especie. En varias comunicaciones durante marzo y abril de ese año, CDC manifestó al Director General de ProAves Alonso Quevedo y a la Directora Ejecutiva Sara Inés Lara su mejor disposición a mediar para llegar a un acuerdo en el cual participaran todos los involucrados con el objetivo de hacer una publicación conjunta que reconociera debidamente la contribución de todos los investigadores y de la Fundación. En esas comunicaciones se discutieron aspectos que podrían haberse solucionado, como la revista en la que se haría la publicación. Sin embargo, hubo varios asuntos que condujeron a una ruptura. Primero, CDC conoció una carta enviada el 13 de abril de 2009 por Quevedo al Dr. Niels Krabbe (miembro del consejo de ProAves) en la que usaba adjetivos desobligantes sobre CDC y lo acusaba de querer apropiarse del descubrimiento para beneficio personal, desconociendo a la Fundación. En vista de que no había una comunicación sincera, CDC decidió cortar su relación profesional con ProAves y desistió de la idea de lograr una conciliación. Segundo, considerando que el nombre que se le daría a la especie no era un asunto en discusión, CDC decidió dar un paso al costado y renunciar a su participación en la descripción al enterarse que la persona a quien iba a honrarse con el epíteto de la nueva especie era el presidente de American Bird Conservancy (ABC). Esto se debió a que en junio de 2007, ABC publicó un artículo en su boletín Bird Calls titulado "Should the last Ivory-bills be collected?" en el que representaba de forma tendenciosa el trabajo de los curadores de las colecciones científicas de aves y describía a los biólogos que coleccionaban aves como parte de su trabajo como enemigos de la conservación (http://tinyurl.com/23hwdej). Aunque ese documento produjo un amplio rechazo entre el personal asociado con museos de historia natural y otros centros académicos (véase, por ejemplo ABC.pdf), incluyendo a CDC, éste nunca fue rectificado por ABC. Por tanto, CDC consideró que honrar a su presidente bautizando a la nueva Grallaria con su nombre no sería consecuente con sus convicciones. CDC supuso que renunciar a la coautoría solucionaría parte del problema y el 14 de mayo de 2009 le propuso a Carantón y a Certuche que adelantaran la publicación de la descripción de la nueva especie junto con el personal de ProAves, y que se dejaran los análisis filogenéticos para una investigación futura después de tramitar los permisos necesarios ante las autoridades y obtener más material de especies relacionadas.
Un asunto sobre el que fue imposible conciliar en las discusiones con ProAves fue el de quién sería el autor que manejaría la correspondencia con la revista a la cual eventualmente se enviaría la descripción de la nueva especie. Al respecto, CDC escribió el 25 de marzo de 2009 dirigiéndose a Quevedo y Lara: " Es aceptado (es el supuesto bajo el cual trabajamos en las revistas para las que hago labores editoriales, co-editor de Ornitología Colombiana y Reviewing Editor de The Condor) que el autor para correspondencia de un manuscrito es la persona que dirigió el trabajo, es responsable por la mayor parte de su contenido y quien está en mejor capacidad de responder por los datos, análisis, etc.. Por esta razón, yo pienso que evidentemente lo adecuado y justo sería que Diego sea esa persona. Dada la situación en que esto está, yo entiendo que ustedes puedan estar reacios a permitir esto suponiendo que Diego podría llevar adelante el proceso sin que ProAves esté al tanto de todos los detalles. Sin embargo, podríamos llegar a un acuerdo en que Diego se compromete a servir como autor para correspondencia con la condición de que todas las comunicaciones serán concertadas entre el equipo de autores. Yo puedo comprometerme a servir como "garante" de que eso suceda si así lo acordamos. " Esta propuesta no fue aceptada por ProAves y aún después de que CDC se marginara del proceso, la Fundación insistió en que ellos deberían ser quienes manejaran la correspondencia relacionada con el artículo. Así, Carantón decidió continuar al margen de la Fundación su trabajo de descripción de la nueva especie después de recibir como respuesta a su última propuesta de solución una carta (no firmada y no fechada) en junio de 2009 en la que la Junta Directiva de ProAves establecía la siguiente condición: " LA FUNDACION, podrá en cualquier tiempo, aclarar, modificar, ampliar, complementar el artículo y publicarlo bajo sus propios lineamiento, sin que para ello, requiera de permiso, consulta, o consentimiento de CARANTON, y CERTHUCHE " (sic). Para nosotros es obvio que esa condición era inaceptable para Carantón como autor de un artículo científico basado en un descubrimiento suyo.
El 5 de diciembre de 2009 el Dr. Michael Patten, editor en jefe de la revista The Condor, comunicó a CDC que había recibido un manuscrito de autoría de Carantón y Certuche que describía a la nueva especie, y que uno de los evaluadores había mencionado que era posible que los autores no contaran con los debidos permisos por tratarse de un hallazgo hecho en una reserva natural. CDC sugirió a Patten que preguntara directamente a los autores por los permisos. El 14 de enero de 2010, Carantón informó que Patten había decidido no considerar el artículo en The Condor hasta tanto no se aclarara la situación con ProAves, por lo cual decidió presentarlo para consideración en Ornitología Colombiana . En efecto, el manuscrito fue recibido en nuestra oficina el 19 de enero de 2010 y enviado poco después a dos reconocidos evaluadores externos, los ornitólogos J. Van Remsen (Louisiana State University) y Mark B. Robbins (University of Kansas). Una vez recibido el concepto de los evaluadores y efectuadas las correcciones recomendadas, el artículo fue aceptado para publicación en Ornitología Colombiana el 6 de mayo de 2010.
Luego de obtener la aprobación unánime de la Junta Directiva de la ACO, y no obstante la existencia de una descripción ya publicada en la revista de ProAves, hemos decidido publicar el artículo de Carantón y Certuche en este número de Ornitología Colombiana después del proceso de rigor de cualquier revista científica y sin modificar de modo alguno el contenido que aprobamos hace más de un mes. Lo publicamos por su valor académico y científico y porque creemos que es importante aclarar las dudas que dejan el artículo y el editorial publicados por ProAves sobre el descubrimiento de la nueva especie de Grallaria . El recuento del hallazgo en dicho artículo es extremadamente vago, entendible sólo si su objetivo era el de minimizar el papel de Carantón y eliminar el de Certuche. Es evidente que, teniendo conocimiento de la existencia del manuscrito de estos últimos, ProAves montó apresuradamente una expedición para "descubrir" la especie y publicó su descripción en su propio órgano de difusión en un período de tiempo muy breve (el individuo al que le arrancaron plumas para servir como "espécimen tipo" fue capturado el 11 de enero y la publicación fue anunciada el 20 de mayo de 2010). Tanta prisa sólo puede ser interpretada como un intento de evitar que Carantón y Certuche recibieran el debido crédito por su descubrimiento y el trabajo cuidadoso que hicieron para documentarlo, incluyendo la preparación y designación de un holotipo apropiado de acuerdo con la recomendación de la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN, por sus siglas en inglés). Parte de la justificación de ProAves para tanta prisa fue que " Carantón había fallado en publicar un nombre para la nueva especie en los 19 meses desde su descubrimiento ". La construcción de esta frase evidencia que los autores del artículo de ProAves habían consultado el Código de Ética del ICZN. Sin embargo, por razones obvias omitieron citar la primera frase de la primera propuesta de este Código, que reza: " Un zoólogo no debe publicar un nombre nuevo si él o ella tiene razones para creer que otra persona ya había reconocido el mismo taxón y tiene la intención de establecer un nombre para éste...un zoólogo en esta posición debe comunicarse con la otra persona (o sus representantes) y sólo sentirse libre para establecer un nuevo nombre si esa persona había fallado en hacerlo en un período razonable (no menos de un año) ". La demora de Carantón en publicar evidentemente obedeció a que en ese intervalo ProAves hizo todo lo que estaba a su alcance para evitar la publicación.
Los lectores interesados en el rigor científico del trabajo más que en los demás asuntos relacionados con esta situación podrán sacar sus propias conclusiones comparando el artículo de Carantón y Certuche con el de ProAves. Además, los lectores podrán juzgar si es cierto que Carantón omitió mencionar a ProAves y sus contribuciones, como lo afirma el editorial de Conservación Colombiana, simplemente remitiéndose a su dirección institucional, a la descripción de los antecedentes en la introducción, a la información sobre actividades de conservación de la parte final del texto y, especialmente, a los agradecimientos del artículo publicado en Ornitología Colombiana. Todo esto se encontraba en todas las versiones del manuscrito que nosotros hemos conocido, incluyendo las que recibieron nuestros evaluadores. Por supuesto, no podemos afirmar lo mismo sobre el manuscrito que fue presentado a The Condor ya que por reglas elementales de confidencialidad relacionadas con la ética del sistema de evaluación por pares, nosotros no hemos conocido ese documento. Sin embargo, el editor en jefe de The Condor Michael Patten nos informó que el manuscrito que esa revista recibió sí daba crédito a ProAves en los agradecimientos y en otros apartes del texto, y que la afiliación institucional de Carantón en ese manuscrito era la de ProAves. Esto implica que ProAves hizo comentarios errados sobre el documento de Carantón y Certuche sin conocerlo; de lo contrario, si es que lo conoció, habría publicado información falsa en el editorial a sabiendas de su contenido. Además, Patten nos informó que, contrario a lo que afirma dicho editorial, The Condor nunca contactó a ProAves; en cambio, un evaluador invitado por The Condor fue quien se comunicó con ProAves y mencionó, al menos, la existencia del manuscrito en proceso de evaluación. De cualquier manera, es evidente que el trato dado a Carantón y Certuche por parte de ProAves contrasta con el generoso otorgamiento de crédito a las actividades conservacionistas de ProAves que ellos presentaron en su artículo.
Si bien la publicación de ProAves probablemente tendrá prioridad nomenclatural, consideramos que ésta ha sido sacada adelante incurriendo en graves faltas de ética científica (amén de elemental decencia) al no reconocer con la autoría el papel determinante que jugaron Carantón y Certuche en el descubrimiento y descripción de la nueva especie. Es reconocido que la "autoría forzada" (por parte de un jefe u organismo patrocinador, que obliga al responsable de un descubrimiento a incluir a personas ajenas a éste en el reporte del mismo) es uno de los abusos más frecuentes en la literatura científica, pero este caso representa un paso más allá, pues se excluyó totalmente a quienes hicieron el descubrimiento que da el sustento a la publicación.
Como ornitólogos, sabemos que el descubrimiento que hizo Carantón y que complementó trabajando cercanamente con Certuche tanto en el campo como preparando los ejemplares, analizando grabaciones de vocalizaciones, visitando varias colecciones ornitológicas en el país para examinar especímenes, revisando la literatura pertinente y escribiendo un manuscrito, no es algo de todos los días; hallazgos similares han representado puntos muy altos en la carrera profesional de muchos investigadores. Es por tanto verdaderamente triste que ProAves, una entidad que ya se encuentra posicionada en varios ámbitos, haya tomado el camino que tomó. El daño causado a Carantón y Certuche no se solucionará publicando una simple corrigenda del artículo de Conservación Colombiana en la que ellos sean incluidos como autores de la descripción, propuesta temeraria hecha de forma inexplicable por miembros de ProAves desde el 26 de mayo pasado; las correcciones de este tipo se hacen sobre errores involuntarios, no sobre acciones arbitrarias premeditadas.
Lamentablemente, tememos que este desafortunado episodio no puede sino ahondar la brecha ya existente entre ProAves y el resto de la comunidad ornitológica y conservacionista de Colombia. La investigación y conservación de la rica avifauna colombiana ameritan el empeño y la cooperación de todos. Lo que menos necesitamos son rivalidades y acciones que pretendan realzar el protagonismo de algunos (presumiblemente para impresionar a sus patrocinadores) a costo de apartarse de los mínimos éticos, dejando de reconocer el trabajo de otros. Al fin y al cabo, este es el costo que ProAves deberá asumir por apropiarse del crédito de la prioridad de describir a " Grallaria fenwickorum " y el que la familia Fenwick deberá recordar por siempre al ponderar las circunstancias que rodearon al homenaje que recibió.
Finalmente, al margen del malestar que la situación que hemos descrito ha causado entre las personas involucradas y en varios observadores, esperamos que ésta deje algunas lecciones para el futuro. Para continuar el proceso de consolidación del gremio ornitológico colombiano del que se ha hablado en varias ocasiones en esta revista, es fundamental que todos velemos por vigilar el proceder ético, profesional y legal de las instituciones y personas que trabajan con aves en el país. Esto no sólo incluye velar por el cumplimiento de normas fundamentales como aquellas que dictan las leyes, sino también porque los estudiantes y profesionales conozcan sus derechos y los hagan valer, así como porque todos los investigadores se ajusten a los procedimientos que rigen las publicaciones científicas en relación con la autoría, la confidencialidad y el proceso de evaluación por pares. La ornitología colombiana avanzará en la medida que nuestras investigaciones científicas se hagan mejores y que las publicaciones que las divulgan se hagan más sólidas, pero será imposible alcanzar la calidad y solidez que soñamos a no ser de que todos nos comprometamos a ajustarnos a unos preceptos éticos mínimos.
Carlos Daniel Cadena & F. Gary Stiles Editores, Ornitología Colombiana